domingo, 16 de diciembre de 2012

Tal y como ocurrió


Yo estaba en la ducha, en un pueblo perdido de España, mi novio en la habitación esperando su turno para proceder a la correspondiente sesión de higiene corporal que todo ser humano debe realizar cada día.

Llevaba días en los que no apagaba el móvil por si sucedía lo que ese día por fin sucedió. Realmente me había relajado, y justo cuando bajas la guardia, lo que tiene que pasar pasa.

Gracias a Dios aún no había empezado a enjabonarme, lo cual hubiese complicado la situación un poco más. Estaba yo tan tranquila recibiendo esa agua tan calentita que a mí me gusta por las mañanas, cuando de repente oigo a mi novio gritar como si la vida le fuera en ello. “¡Cielo, el móvil, el móvil! ¡Cielo, te llaman!” A lo que yo, tranquilamente contesto: “Bueno, vale, es evidente que no lo puedo coger, ya llamaré después” Y empieza: “¡Que no, que es un número largo, como de oficina!”

Lo que ocurrió a partir de aquí es surrealista, entramos los dos en un estado de histerismo propio de alguien que se está jugando la vida en algo. Automáticamente, cuando oí que era “un número de oficina”, mi mente sólo podía pensar: “llamada del hospital, de cirugía”, a lo que empecé a gritar como una loca “¡no dejes que cuelguen por favor, cógelo!”, mientras aporreaba la mampara de la ducha, incapaz de abrirla con normalidad como si no entendiera cómo funcionaba… Demencial.

Salgo de la ducha, para qué ponerme una toalla, si salir a la habitación con la persiana subida y teniendo una fila de adosados enfrente lo hace mucho más interesante… Contesto con una efusividad propia de alguien que acaba de ganar un millón de euros, esperando que la persona que está al otro lado la comparta contigo, cuando te llevas la sorpresa de que no, que ella está haciendo su trabajo y que, evidentemente, le da igual el tiempo que llevabas esperando esa llamada y la operación en general.

Así que le hago repetir mil veces la hora de la visita, mientras le grito a mi pareja como si no hubiera un mañana: “¡Apunta, cariño!”  “¿Lo tienes ya?” - “Espere, ¿me lo puede volver a repetir?” - “¡Apunta, cariño!” “Vale, ¿lo tienes?” - “Vale, perfecto, entendido”. Deberíais haber estado allí para entender bien de lo que estoy hablando, mi tono era completamente desmedido, pero creo que completamente justificado. Cuando me despedí de la mujer, no paraba de darle las gracias como si de ella dependiera el que pasara a quirófano, todo en el mismo tono propio de un ganador de lotería, mientras ella sólo quería colgarme para poder seguir haciendo su trabajo, como es normal. “Gracias, de verdad, mil gracias” - “Vale, ¿lo tiene todo claro, señorita?” - “Sí, sí, todo apuntado, de verdad, muchísimas gracias”. Creo que no se llega a transmitir la efusividad que viví en ese momento, pero de verdad que yo nunca me había sentido así… Pasan tantas cosas por tu cabeza… Lo que viene después ya expliqué ayer, así que hoy doy paso directo al vídeo.

En cuanto al vídeo de hoy, comentar que realmente no está directamente relacionado con los sentimientos que experimenté ese día, si no que llevo tiempo queriendo ponerlo porque me parece interesante la letra, pero sobre todo el vídeo en sí, todo un ejercicio de dirección y una visualidad muy potente. Se trata de un francés que hace muy bien su trabajo, pues es compositor, director, dj... ¡Todo en uno!

Ahí va.


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